El Gobierno plantea introducir el modelo NutriScore, conocido como “semáforo nutricional”, para controlar los niveles de obesidad en España, provocando gran controversia entre los profesionales sanitarios y la industria agroalimentaria
La obesidad infantil es una plaga que lleva asolando Europa y España varias décadas. Sin embargo, los esfuerzos llevados a cabo por los gobiernos y las sociedades científicas de los diferentes países no parecen dar fruto. Las cifras siguen siendo alarmantes en nuestro país, tal y como lo demuestran las últimas publicaciones de la Iniciativa de Vigilancia de la Obesidad Infantil de la OMS en Europa (COSI, por sus siglas en inglés), en las que se pone de manifiesto que el 40% de los menores tienen sobrepeso.
El pasado 12 de noviembre, se celebró el Día Mundial de Lucha Contra la Obesidad, oportunidad que aprovechó la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, para anunciar una nueva iniciativa que frene este problema de salud pública. Entre otras medidas, se anunció la implantación del Etiquetado Nutricional Frontal, también denominado como Front-of-Packo NutriScore, ya implantado en Francia hace un año con muy buenos resultados. Consiste en un código de etiquetado de colores, que recuerda al de un semáforo, desde el verde claro al rojo intenso, en función de su contenido en azúcares, grasas saturadas, sal, calorías, fibra y proteínas.
Esta noticia se publicó sólo cinco días después de que cinco gigantes de la industria alimentaria —Mondelez, Nestlé, PepsiCo, Coca-Cola y Unilever—anunciasen un etiquetado con su propio semáforo y código de colores para mostrar la composición de sus productos. Esta autorregulación es un claro ejemplo del poder que tiene las grandes empresas para adelantarse a las tendencias normativas y marcar una hoja de ruta.
Por otro lado, han sido muchos los lobbies implicados de la industria alimentaria que han mostrado sus opiniones, tanto en contra como a favor, de la futura medida. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) considera que este etiquetado no es el óptimo para los consumidores porque podría generar confusión si solo se elige el alimento en función del código de color. Los endocrinos apuestan por un sistema mixto, uno que aúne composición nutricional y calidad nutricional porque ofrecen mayor información al consumidor, más allá del número de grasas saturadas o del contenido de azúcares del alimento.
Otra gran controversia se ha generado en el sector del aceite de oliva, fuente de la dieta mediterránea y producto estrella de la “marca España”. Los representantes de este sector se muestran “confusos” y “sorprendidos” en los diferentes medios de comunicación tras conocer que el aceite de oliva recibirá una calificación D (la cuarta de cinco) y los refrescos light la B (la segunda mejor).
Es necesario comprender el algoritmo de NutriScore para entender esta clasificación. Científicos y profesionales sanitarios explican que las grasas saturadas o las calorías contenidas en 100 gramos perjudican la puntuación de los alimentos, por lo que los alimentos muy calóricos tendrán una peor puntuación. Sin embargo, no se valora la calidad nutricional del producto, perjudicando, por ejemplo, al aceite de oliva. Además, el “semáforo nutricional” solo compara raciones del mismo tamaño, siendo incomparable casos como el del aceite de oliva y el refresco, ya que nunca se va a consumir 100 gramos de aceite en una comida y sí 100 gramos de refresco.
En una semana, el modelo NutriScore ha provocado un sinfín de opiniones entre los diferentes agentes implicados en la industria alimentaria. Desde ahora y hasta la aprobación del Real Decreto que prepara el Gobierno, la tarea de estos agentes es realizar acciones de lobby para tratar trasladar una visión de una forma eficaz. De esta manera, se conseguirá una mejor regulación, que beneficie tanto a consumidores como al tejido productivo, y que solucione el verdadero problema que se está tratando de paliar, la obesidad infantil.
Margarita Guillamón Dávila