- Se trata de un semáforo nutricional que otorga mejor puntuación a algunos alimentos procesados, azucarados o bebidas carbonatadas, que a alimentos como el aceite de oliva o el jamón ibérico
- En Europa aún no se ha acordado un modelo de etiquetado frontal común a todos los EEMM para ofrecer a los consumidores la información nutricional
Desde 2016, es obligatorio que todo alimento y bebida no alcohólica incluya en su etiquetado una declaración nutricional. Aunque en Europa no se ha definido aún un sistema armonizado para informar a los consumidores de estos datos nutricionales, la OMS sí ha apostado por el etiquetado nutricional frontal. Por su parte, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha apostado por ir incluyendo el esquema francés Nutri-Score como modelo de etiquetado frontal de los alimentos.
Nutri-Score, también conocido como “semáforo nutricional”, es un sistema gráfico de letras y colores que clasifica a los alimentos en función de su calidad nutricional. Para ello, distingue cinco categorías —que nombra con las letras A, B, C, D y E—, identificadas por colores, que van desde el verde oscuro —mejor calidad nutricional— hasta el naranja oscuro —peor calidad—. Según este código, los productos catalogados como A, B y C se integrarían en el paquete de alimentos “favorables”, mientras que los incluidos en D y E habrían de considerarse como alimentos “desfavorables”.
La irrupción de este modelo de etiquetado nutricional frontal ha acentuado la urgencia de la educación social en nutrición, pues los consumidores debemos estar preparados para saber interpretar los resultados de herramientas como esta.
Por su parte, son muchos los expertos en nutrición —y también del sector agroalimentario— que han mostrado su intranquilidad ante la implementación de Nutri-Score en nuestro país, dado que, al no tratarse de una iniciativa promovida por la UE, cada Estado miembro tiene la potestad para decidir qué modelo de etiquetado frontal implementa. Y esto, en una sociedad globalizada como la nuestra, se presenta como uno de los principales inconvenientes.
Hasta que la Unión decida apostar firmemente por una única opción, los consumidores se encontrarán con dificultades a la hora de realizar su compra, tanto en la interpretación del etiquetado nacional que aún se considera nuevo, como si hacen la compra en un país distinto al suyo, con un modelo de etiquetado diferente.
Otra de las principales debilidades que se atribuyen a Nutri-Score es que su sistema de cálculo no tiene en cuenta las características propias de la dieta mediterránea. El aceite de oliva, el jamón ibérico o el queso han sido algunos de “nuestros” productos cuya clasificación no les ha hecho justicia. De hecho, la Organización Interprofesional del Aceite de Oliva Español alertó al Gobierno de España sobre la minusvaloración de los beneficios saludables de este alimento y trasladó su rotundo rechazo al semáforo nutricional ante el Ministerio de Consumo.
Ante tales evidencias, el Ministerio que lidera Alberto Garzón ha formalizado ante los órganos de gobierno de Nutri-Score una propuesta de exclusión del aceite de oliva de esta herramienta. Un paso en firme que, sin duda, apuesta por la defensa del aceite en España, pero que lamentablemente le mantendrá como “desfavorable” en el resto de países que adopten este modelo de etiquetado.
Lo que parece aún más desacertado de este semáforo nutricional es que mientras demoniza a alimentos representativos de la dieta mediterránea, otorga una mejor posición a determinados alimentos procesados, azucarados o bebidas carbonatadas. Es por esto que la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente una proposición no de leyinstando al Gobierno a que se adapte Nutri-Score a los hábitos de consumo de los españoles. De esta forma, los alimentos representativos de “nuestra” dieta mediterránea no se verían perjudicados por el modelo de etiquetado frontal. El texto se ha aprobado con el apoyo generalizado de la Comisión y las 9 abstenciones del Grupo Popular, quien reclamaba al Gobierno posponer la implantación obligatoria de este sistema de etiquetado hasta que la UE apruebe un modelo estandarizado y validado por todos los sectores implicados.
En esta tesitura, cabe preguntarse si existen alternativas a Nutri-Score. Y, efectivamente, son varias las opciones. Una de las que suena con más fuerza entre los expertos es la propuesta italiana Nutrinform. Se trata de un modelo que no determina si un alimento es “bueno” o “malo”, sino que ofrece información sobre sus contribuciones nutricionales en relación con las necesidades diarias de las personas, y las compara con las cantidades recomendadas por la UE.
Sin duda, la Unión Europea tiene por delante un reto de gran trascendencia, pues salud y alimentación son, sin duda alguna, piedras angulares de toda sociedad, y ambas están ampliamente involucradas en este ámbito. ¿Qué criterios fundamentarán su apuesta por un modelo concreto de etiquetado frontal de los alimentos?
Jorge Ruiz
Analista en Cariotipo Lobby & Comunicación