Si el sector de la alimentación está inmerso en un profundo proceso de transformación, la industria cárnica se encuentra ante un dilema igual o mayor: renovarse o morir.
Tras el informe de la OMS publicado en el año 2015 que vinculaba el consumo de carne roja al riesgo de cáncer, este alimento se ha situado en la agenda política. Desde entonces, un creciente número de organizaciones se han posicionado en contra del consumo de productos cárnicos, incluyendo en la ecuación otras variables como la sostenibilidad del planeta o el bienestar animal. Uno de los casos más relevantes fue el de la Fundación EAT, una plataforma global para la transformación del sistema alimentario, que recomienda duplicar el consumo de fruta y vegetales y reducir el de carne roja y azúcar.
Esta fundación publicó en enero de 2019 un informe que apuesta por las dietas saludables y sostenibles. Dicho informe fue publicado a través de la EAT-Lancet Commission on Food, Planet, Health –formada por la citada fundación y The Lancet, la prestigiosa revista científica británica– con el fin de conseguir un sistema alimentario que permita: producir más comida, de forma más eficiente, a la vez que protege al planeta del riesgo de cambios irreversibles y potencialmente catastróficos en el sistema terrestre. El documento recomienda una reducción en el consumo de carne y azúcar de un 50%.
Con el evidente riesgo que supone para la supervivencia de la industria, las empresas cárnicas tratan de poner en valor unos productos que, consumidos de forma adecuada y equilibrada, reportan importantes beneficios para la salud. A este hecho, se suman los esfuerzos por conseguir un packaging más sostenible y las cada vez más exigentes medidas para garantizar los estándares de bienestar de los animales, especialmente en la Unión Europea.
En este contexto, otras empresas del sector—e incluso algunas pertenecientes al mismo y que buscan diversificarse— están aprovechando esta situación para ofrecer nuevos productos cárnicos. En esta incipiente categoría podríamos incluir la carne vegetal, elaborada a través de proteínas vegetales, o la carne de laboratorio, cultivada a base de células madre extraídas a los animales.
Sin duda, la industria cárnica se enfrenta a una etapa exigente en la que tendrá que poner en valor ante todos los agentes nacionales e internacionales involucrados en la cadena alimentaria y los medios de comunicación su importante papel en una dieta equilibrada, los estándares de calidad y seguridad alimentaria con los que cuenta, así como la aportación al PIB y al empleo en los países en los que opera.
Óscar Panizo
Consultor de Cariotipo Lobby & Comunicación