José Ignacio Torreblanca, director del European Council of Foreign Relations en Madrid, profesor de Ciencias Políticas de la UNED y columnista de El Mundo, ha sido el responsable de impartir la sexta Aula Virtual del Centro de Estudios de Políticas Públicas y Gobierno de la Universidad de Alcalá (CEPPyG).
Durante su ponencia, titulada “Desinformación: la otra cara del COVID-19”, Torreblanca ha diferenciado entreel conceptode desinformación y noticias falsas. “Las noticias falsas y los rumores han existido siempre y son solo una parte del problema. El concepto de desinformación es mucho más complejo y profundo. Como la propia OMS ha dicho, tenemos dos virus circulando en paralelo, una pandemia y una infodemia”.
Según explica Torreblanca, las noticias falsas requieren parecer información verdadera y medios aparentemente legítimos que “blanqueen” dicha información. “El objetivo de las campañas de desinformación es sembrar dudas y desconfianza, aprovechar las vulnerabilidades de las sociedades abiertas, para que nadie crea en nada, y sembrar la sospecha permanente sobre el hecho de que los políticos nunca dicen la verdad y de que los técnicos están al servicio del poder”.
El último informe del Servicio Europeo de Acción Exterior, del pasado 20 abril, afirma que fuentes oficiales rusas y medios controlados por sus autoridades “han llevado a cabo una campaña coordinada de desinformación en los estados miembros de la UE y sus socios, difundiendo información falsa; mientras que China ha continuado con una campaña de desinformación global para quitarse la culpa y desviar la atención sobre su responsabilidad en el origen de la pandemia”.
Tal y como señala José Ignacio Torreblanca, cuando se habla de “infodemia” y de la crisis de información que representa, la London School of Economics apunta a cinco fenómenos:
- Confusión: los ciudadanos no están seguros de lo que es cierto, no saben en qué deben creer y pierden la referencia de si la información que reciben es verdadera o falsa.
- Cinismo: la población pierde la confianza definitivamente y ni siquiera creen en las fuentes oficiales o medios de comunicación tradicionales.
- Fragmentación: la búsqueda de refugio en nichos y burbujas de opinión donde se replican informaciones que, generalmente, están agrupadas ideológicamente. “Estas informaciones no son contrastadas, con lo que se crean cámaras de resonancia donde la gente no se expone a datos contradictorios, sino confirmatorios sobre los sesgos que tienen interiorizados”, explica Torreblanca.
- Irresponsabilidad: no existen los mecanismos necesarios para exigir responsabilidad a las organizaciones que difunden información (medios de comunicación y agentes públicos).
- Apatía: el efecto final de los cuatro puntos anteriores, la desafección y el hecho de que los ciudadanos pierdan la confianza y se alejen de los representantes políticos.