La historia de un científico corrupto y de un periodista honesto, bajo el paraguas de las acusaciones del primero contra la vacuna triple vírica, que llegó a publicar estudios falsos para vincularla con la aparición del síndrome del espectro autista, es uno de los muchos casos de investigadores que han utilizado la ciencia en provecho propio. Ese científico corrupto es Andrew Wakefield, que a finales de los años noventa trabajaba como gastroenterólogo en el Royal Free Hospital, en Londres. El periodista que descubrió su fraude en 2004 es Brian Deer, del Sunday Times. Wakefield tenía una patente para una vacuna frente al sarampión de un único antígeno. Por eso desacreditó a la triple vírica. Utilizó The Lancet a su antojo y facilitó la aparición, en 1998, del movimiento antivacunas. Esa revista es una de las más prestigiosas en el mundo de la biomedicina y a pesar de que tiene el sistema de revisión por expertos (peer review, en inglés) para analizar los artículos antes de publicarlos, Wakefield supo saltarse las normas para engañarla en varias ocasiones con estudios manipulados.
Estas líneas vienen a colación por el Congreso internacional de Revisión por Expertos y Publicaciones Científicas, en su novena edición que, entre los días 8 al 10 de este mes de septiembre, se celebrará en Chicago (EE. UU.). Está organizado por Journal of the American Medical Association (JAMA), British Medical Journal (BMJ) y Meta Research Innovation Center at Sanford (METRICS). Su objetivo es fomentar la investigación sobre la calidad y credibilidad del peer review y la publicación científica, y evitar casos como el que refiero al inicio.
José María Fernández-Rúa
PUBLICADO EN A TU SALUD (LA RAZÓN) EL DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE 2022