Estamos cayendo en el uso de tópicos, interiorizándolos y utilizándolos como dogma
La desinformación está teniendo un impacto notablemente negativo en nuestras Instituciones
En la era de la información, es cada vez más fácil caer en la confusión, provocada por el ruido mediático y las campañas en redes sociales. En un momento de la historia en el que contrastar información es más sencillo que nunca, estamos cayendo en el uso de tópicos, interiorizándolos y utilizándolos como dogma, por no comprobar si realmente son ciertos.
Parte de la responsabilidad reside en las propias redes sociales. Sus algoritmos crean ecosistemas de información, en los que las corrientes de pensamiento se aíslan, trasladando al usuario la sensación de que todos a su alrededor piensan de una forma determinada, siempre en función de sus patrones de búsqueda e inclinaciones iniciales. Con un solo golpe de ratón, filtramos las fuentes de información a las que nos exponemos y, como a nadie le suele gustar recibir mensajes con los que no estamos de acuerdo, vamos progresivamente alimentando esa espiral informativa, que fomenta la polarización del sentimiento y facilita la proliferación de movimientos políticos populistas.
Últimamente, esta situación se ha visto agravada con los vetos a numerosas cuentas en redes sociales que, por su corriente ideológica, incomodan a ciertos sectores de la sociedad, y que están siendo canceladas por plataformas como Facebook o Twitter. Esta tendencia es tremendamente peligrosa si tenemos en cuenta que las redes son, en definitiva, la herramienta de propaganda más potente que ha existido nunca y, si se eliminan de un plumazo todos aquellos pensamientos de una tendencia concreta, la influencia sobre la ciudadanía para el ganador de esta batalla propagandística está prácticamente garantizada.
El problema de esta desinformación, sea dirigida o no, es que está teniendo un impacto notablemente negativo en nuestras Instituciones. Hemos llegado a un punto en el que se ha extendido el rechazo a la actividad política, desacreditando el trabajo de nuestros representantes e, incluso, poniendo en cuestión la legitimidad de nuestra Constitución.
Un ejemplo demasiado común es la asociación de un hemiciclo semivacío con la falta de trabajo por parte de los políticos. Con una imagen tomada durante una sesión con poca afluencia se mina sistemáticamente la reputación de nuestros representantes, obviando las muchas responsabilidades y tareas de un parlamentario, en beneficio de la creación de un tópico que, a base de repetirlo, se acaba convirtiendo en realidad para muchos españoles.
El deber del poder legislativo es representar a la sociedad, ejerciendo control sobre el poder ejecutivo y promulgando leyes que adapten el marco jurídico a los avances y necesidades sociales del momento. Y para esto es imprescindible la interacción de distintos agentes sociales, que con su actividad de lobby enriquecen el debate político y nutren a las instituciones de la información necesaria para un desarrollo de políticas públicas acorde a la realidad.
Nuestros representantes políticos atienden a sus representados, analizan qué políticas son más beneficiosas para el conjunto de la sociedad, preparan sus intervenciones para defender, modificar o rechazar iniciativas sobre las que sí tienen conocimiento de causa, participan en diferentes foros y actividades que contribuyen a dar visibilidad a sectores de la sociedad que lo necesitan, negocian acuerdos con miembros de otros grupos parlamentarios (qué fácil sería no tener que acordar nada nunca, y qué poco democrático)… en conclusión, trabajan y sacrifican mucho en un trabajo que no es nada fácil.
El director de marketing de una empresa no elabora las cuentas anuales, porque no es su trabajo, sino el del director financiero. Un parlamentario especializado en sanidad no puede (ni debe) participar de todos los debates de otras áreas, porque sería ineficiente y rozaría el absurdo.
En un momento en el que la actividad política es poco glamurosa, es importante poner en valor a aquellos que dedican sus esfuerzos para enriquecer nuestra Democracia. No dejemos que los tópicos se conviertan en realidad por puro desconocimiento, ni pongamos la cruz a todo un sector de la sociedad porque unos pocos hayan actuado de forma deshonrosa. Igual que los hubo en el pasado, a día de hoy siguen existiendo magníficos estadistas y buenísimos parlamentarios, de uno y otro signo político, que trabajan duro a diario por el bienestar de todos los españoles.

Pepe Fernández-Rúa