Los españoles somos los que más viviremos en 2040. Según publicó la revista The Lancet, España encabezará la lista mundial de longevidad, por encima de Japón, que hasta ahora era el país con mayor esperanza de vida. Al mismo tiempo que las encuestas nos otorgan el primer puesto, se nos recuerda que somos de los países que menos invierte en Sanidad de nuestro entorno (8,9% de su PIB).
De acuerdo al informe ‘State of Health in the EU’ publicado por la Comisión Europea en colaboración con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), desde el año 2000 España ha aumentado en cuatro años su esperanza de vida, lo que supone 2,5 años por encima de la media de la Unión Europea (UE). Mientras que, por otro lado, su gasto sanitario per cápita se sitúa en un 15% por debajo del resto.
Las personas mayores constituyen un porcentaje cada vez más elevado de la población. De hecho, en 2018 se estimó que el porcentaje de la población con 65 años o más alcanzaba ya el 19%. Siguiendo los resultados del mencionado informe, “casi el 60% de las personas de 65 años o más aseguraban padecer una o varias enfermedades crónicas en 2017”. No obstante, el elevado consumo de tabaco y la creciente obesidad en España son los principales factores de riesgo que podrían hacer peligrar el objetivo para 2040.
Si bien las tasas de tabaquismo disminuyeron en los últimos quince años, más del 22% de los adultos seguía fumando a diario en 2017, una proporción superior a la media de la UE (19%). En lo que respecta a los índices de obesidad, España supera en dos puntos la media de la UE (17% frente al 15% de media de la UE).
Ahora bien, si los malos hábitos no se han rectificado durante los últimos años en España, ¿cómo es posible que la esperanza de vida tenga una previsión creciente en nuestro país?
Este aumento en la esperanza de vida se debe, por tanto, en gran medida a la reducción de los índices de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, especialmente cardiopatías isquémicas y enfermedades cerebrovasculares.
Las enfermedades crónicas incluyen ataques al corazón, accidentes cerebrovasculares, diabetes, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer y artritis reumatoide u osteoartritis y afectan a actividades tan cotidianas como puede ser vestirse, ducharse, acostarse o levantarse de la cama.
Sabiendo las importantes consecuencias económicas y sociales que implicaría el aumento de la esperanza de vida que se prevé para entonces, la situación invita a plantearnos la cuestión de si España está realmente preparada para hacer frente al gasto público que ello conllevaría.
Los poderes públicos serán los principales agentes responsables de acercarnos, mediante una legislación justa y efectiva, a la estabilidad del sistema. Para ello, será necesario garantizar las mejores soluciones para hacer frente a los nuevos escenarios y equipar a nuestro país con las herramientas necesarias para alcanzar dos objetivos clave para 2040: la mayor esperanza de vida unida a los mejores hábitos saludables.
Julia Carbonell
Analista