“Con este hallazgo estadounidense posiblemente tengan que revisarse los libros de texto sobre bioquímica”
Un sencilla molécula, pero con enorme potencial científico y terapéutico, el óxido nítrico (NO *), tiene desde hace unas semanas una nueva aplicación: controlar los gases del “efecto invernadero”. El investigador que mejor la conoce es el profesor Salvador Moncada, que compartió el premio Príncipe de Asturias de Investigación 1990 con el profesor Santiago Grisolía. Este científico hondureño, con tratamiento de Sir concedido por la Reina de Inglaterra, estuvo en dos ocasiones a la puerta del Nobel de Medicina. Otros se lo llevaron. Ahora, investigadores estadounidenses de la Universidad de Cornell han descubierto una nueva aplicación de este mensajero químico, que es clave en el sistema cardiovascular y en otros sistemas biológicos de igual importancia en el organismo. Entre otras cosas, transmite señales entre las neuronas del sistema nervioso central, regula la presión arterial y actúa como un «vigilante» del flujo sanguíneo que conecta a diversos órganos.
Gracias a este hallazgo, publicado en “Proceedings” de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, posiblemente se tengan que revisar los libros de texto sobre bioquímica, ya que han identificado una zona crítica en el proceso de nitrificación, en gran medida responsable de las emisiones agrícolas de óxido nitroso nocivo así como de otros componentes químicos en la atmósfera, con la consiguiente repercusión en el cambio climático. Los actuales modelos bioquímicos sostienen que la hidroxilamina inorgánica es el único intermediario que se forma cuando las bacterias convierten el amoníaco -utilizado en fertilizantes agrícolas comerciales- en nitrito latente.
En este nuevo estudio, los científicos encontraron que la hidroxilamina se convierte en otro intermediario – óxido nítrico – que en condiciones normales del suelo actúa como el preludio químico al nitrito. Sin embargo, en condiciones imperfectas del suelo, el óxido nítrico se convierte en óxido nitroso, considerado como uno de los más potentes gases del “efecto invernadero”.
Publicado en “A Tu Salud” de La Razón el domingo 15 de octubre de 2017
José María Fernández-Rúa