“Hay muchas posibilidades de curar o al menos mejorar al niño y que tenga menos crisis”
Desde que en 1884 el cirujano inglés Victor Harsely iniciara un programa para el tratamiento quirúrgico de la epilepsia hasta nuestros días, el panorama ha cambiado sustancialmente. Más de un siglo después, en 1998, Jerome Engel publicó un completo estudio con el resultado de 5.809 intervenciones, realizadas en 40 centros diferentes con programas de Cirugía de la Epilepsia. Los resultados de este estudio fueron definitivos y esperanzadores: el 68% de los pacientes a los que se les extirpó el foco epiléptico, dejaron de padecer crisis y el 24% mejoraron considerablemente.
Estos datos figuran en la nueva obra del neurocirujano Francisco Villarejo, “Cirugía de la epilepsia en niños”, editada por Ergon, que se presenta el próximo martes en la sede de la Real Academia Española. El doctor Villarejo, jefe de los Servicios de Neurocirugía del Hospital La Luz, en Madrid, explica que “el niño no es un adulto pequeño y muchas de sus enfermedades son diferentes y también en lo que se refiere a la epilepsia”. Subraya que la historia clínica, la exploración neurológica y los estudios neuropsicológicos junto con una serie de pruebas como el vídeoelectroencefalograma, la resonancia magnética el PET y el SPECT permiten localizar la zona epileptógena; es decir, el foco epiléptico de donde surgen las crisis y de esta forma extirpar o resecar este foco. Hay muchas posibilidades de curar o al menos mejorar al niño y que tenga menos crisis”.
Para localizar el foco epiléptico y así realizar la cirugía se colocan electrodos dentro del cerebro del paciente y también sobre la superficie. La colocación de los primeros se realiza con un programa de RM y navegación cerebral, que permite situarlos dentro del parénquima cerebral sin ningún riesgo. Luego se registra en vídeo-EEG las alteraciones que ocurren durante las crisis epilépticas de los niños y en el periodo en el que no hay crisis. Los electrodos colocados sobre la corteza cerebral además de registrar igual que los profundos las crisis que se originan en la parte más superficial del cerebro, nos permite mejorar la función cerebral, es decir, localizar la zona del lenguaje, la zona motora de la mano, de la pierna, etc. y poder operar sobre las zonas del cerebro con una gran seguridad.
PUBLICADO EN A TU SALUD (LA RAZÓN )EL DOMINGO 22 DE OCT 2017
José María Fernández-Rúa