Como cada año, el último domingo del mes de octubre, se procede a la modificación horaria en toda la Unión Europea (UE). En esta ocasión, el cambio tendrá lugar el próximo 27 de octubre, fecha en la que todos los relojes de España deberán atrasar sus manecillas una hora. A las 3:00h serán las 2:00, lo que nos hará ganar, por tanto, una hora más de sueño.
Desde hace 45 años este procedimiento se repite en nuestro país de forma bianual, adelantándose a la llegada del verano y el invierno. Sin embargo, las últimas iniciativas procedentes de la UE, han puesto en el punto de mira este proceso.
La Comisión Europea y el Parlamento de Estrasburgo ampliaron en marzo de 2019 el plazo para abolir el cambio de hora obligatorio en todo el territorio de la UE, cediendo la competencia de su regulación a los diferentes gobiernos nacionales de acuerdo a sus necesidades específicas.
La fecha límite que desde Europa se estableció para poner fin al cambio de hora es el año 2021, momento en el que se deberían eliminar las modificaciones horarias de manera permanente y a cada estado miembro le correspondería elegir si permanece en el horario de verano o en el de invierno.
Los países que decidieran optar por el primer tipo de horario, realizarían el último cambio de hora el próximo 28 de marzo de 2021; mientras que los que se decantasen por el horario de invierno, atrasarían por última vez sus relojes el 31 de octubre del mismo año.
El presidente del Ejecutivo comunitario, Jean-Claude Juncker, declaró en 2018 que la razón para promover el horario anual único responde a un motivo de subsidiariedad, es decir, a la voluntad de ceder a cada estado las competencias para regular un hecho que les afecta directamente.
Sin embargo, la solución presentada por la UE no ha resultado tan sencilla como podía aparentar en un principio. Los 28 países de la UE presentan necesidades muy distintas que no solo dependen de su posición geográfica. Ceder la competencia absoluta a cada estado supondría la posibilidad de que dos países vecinos tomasen decisiones opuestas. Esta elección podría afectar a ámbitos tan distintos como el tráfico aéreo o el mercado de importaciones y exportaciones.
Pero si hay un sector especialmente interesado en promover el horario único es el del turismo y, en consecuencia, la hostelería. Mantener el horario de verano significa ganar horas de luz y, por tanto, tiempo de ocio y gasto. Lo que se traduce en un gran beneficio económico. Este hecho ha provocado que en las regiones más turísticas este sector haya comenzado a desarrollar una estrategia de lobby para acercar su postura al nivel institucional, promoviendo las ventajas para la economía del horario de verano.
Por su parte, España aún no ha establecido que horario prefiere conservar. La demora en la decisión es consecuencia de las discrepancias que existen entre las diferentes CCAA respecto a la elección de un horario único: mientras que las comunidades más orientales y turísticas como Baleares y Comunidad Valenciana aprobaron sendas declaraciones llamando a mantener el horario de verano para favorecer el turismo, otras como Galicia creen que el horario de invierno les privará de horas esenciales de luz.
Llegar a un acuerdo al respecto no parece tarea fácil, especialmente cuando existen tantos intereses en juego. En este escenario, el lobby y la comunicación aportarán un gran valor a la hora de guiar este debate hasta conseguir que las instituciones tomen una elección definitiva.
Por el momento, lo que sí parece seguro es que, tras la prórroga establecida por el Parlamento europeo en marzo de 2019 (ampliando el plazo de abolición hasta 2021), tendremos que esperar aún un par de años para ver si nuestros relojes dejan de variar definitivamente su ritmo de manera permanente.
Sara Martín Gómez
Analista